Candente horror de Juan Gil-Albert no lleva el titulo de prólogo ni numeración de los 18 poemas surrealisas, por ello se han puesto entre cochete. Posiblemento con influencia de Residencia en la tierra de Pablo Neruda, y por Walt Whitman.
[PRÓLOGO]
Mi pezuña fresca, mi incipiente borceguí como de laminadas hojas de
cobalto, puso sobre la tierra vigorosa este entumecido paso de buey calzado de
oro que los pastizales regresa por el temor. Por el temor y la ignorancia que
alienta en sí mismo, porque el mundo está incrustado en su silencio, y las
voces de los hombres, las múltiples, las confusas, los oleajes de palabras: Contradictorias
que resuenan sus encrespadas salivas o sus arrullos de noche eterna con ese corazón de
agua que se escucha al dormirnos, me impiden vigilar más atento qué es lo que
pasa aquí, qué sean estas duras bellezas que se callan, siendo así que descubro
desde lejos acometerse monstruos, detrás de ese velo pintado donde el amanecer
cada día se comba. Sí, camaradas que llegasteis, dignidad desnuda que resonó en
mi pecho, donde ahora el boscaje solitario deja pasar esa verdad terrible que
me habéis dado, ese panorama que logra otearse desde las alturas de vuestra
boca firme.
(De la Confesión a
tres jóvenes comunistas.) *
* José Bueno, Juan Miguel Romá (muerto recientemente) y Juarrino
Renau, redactores de la revista «Nueva Cultura».
Nota de Manuel Aznar Soler edición de 1988.
[I]
CULTURA
ESTALLANTE
Ve al puerto, ocupa un
paquebote ven huido, y llégate
al jardín
donde se extingue el
mundo como un soplo,
donde la peña es el
adiós, y el tardo viento pasa con-
movido
este postrado día.
Llega, veloz depositario de los remeros brazos,
actuante candil que persiste.
Se hace imposible ya no
morir con un asco de rabia,
con un furioso vendaval
que se desata,
golpeando con la feroz saliva del instinto
las caras rasuradas de
estos monstruos.
Llega, que necesito leerte,
separar las palmeras de
tu oasis, de mi sed invencible,
con un miedo a que
acaso ya apeste tu cuerpo,
como el polvorín de la
ciencia,
como ese buitre enfermo
que el arte empapuza,
como la razón cuyos
festines de cadáveres
hincha esta sociedad
enloquecida,
un pasear de horda en
automóvil.
Apórtame el refugio
donde sólo un momento abandone
mi disparo de liebre,
porque hoy como nunca, necesito saber si es el
hombre
caliente emboscada
o ese túnel perdido
donde la luz apunta.