Contra el fascismo con la pluma
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La Residencia de Estudiantes celebra 80 años del congreso de escritores afines a la II República.
El presidente Juan Negrín inauguró el 4 de julio de 1937 en Valencia aquella asamblea itinerante que recalaría luego en Madrid (coincidiendo precisamente con la ofensiva en el noroeste de la capital a partir del día 6), Barcelona y París, donde se clausuró el 17 de julio de hace ahora 80 años.
La Residencia de Estudiantes, que acogió las sesiones madrileñas del encuentro, recordó este jueves aquella Internacional de las Letras en una jornada donde departieron Manuel Aznar Soler, destacado especialista en la cultura durante la Guerra Civil; Lorna Arroyo, que analizó la figura de Gerda Taro, la fotógrafa del congreso, y Niall Binns, que trató sobre la participación de las delegaciones hispanoamericanas, invitadas por Neruda desde París.
A la mesa redonda siguió la proyección del breve documental que rodó in situ Julio Bris, en el que aparecen sólo algunos de los protagonistas de una cita que reunió a más de 100 "escritores proletarios" de todo el mundo: Juan Negrín, Rafael Alberti, José Bergamín, Manuel Altolaguirre -que montó en Valencia una Mariana Pineda en honor de Lorca, asesinado un año antes, y en la que Cernuda hizo de don Pedro-, Lluís Companys, André Malraux, Ilya Ehrenburg, Nicolás Guillén, Juan Gil-Albert, Alexei Tolstoi, Margarita Nelken y Ludwig Renn, entre otros.
El alemán Renn, a quien hoy no se recuerda mucho, no sólo se encargó de abrir las sesiones de Madrid, sino también de enardecer a un público que, aunque de procedencias diversas, se sentía fuertemente afectado por la guerra de España y creía en su dimensión internacional toda vez que "en ella se estaba jugando el porvenir del mundo", en palabras de Manuel Aznar. El bombardeo de Guernica y la muerte de Lorca añadían la carga simbólica a un congreso cargado ya de elevada temperatura emocional.
Los escritores antifascistas veían en Renn la encarnación perfecta del poeta soldado representado también por Lord Byron o por Cervantes, el escritor capaz de consignar sus vivencias en un volumen como Guerra, sobre lo vivido en la I Guerra Mundial, y al mismo tiempo empuñar las armas, en su caso como jefe de Estado Mayor de la XI Brigada Internacional desplegada en nuestra contienda (y luego contarlo, a su vez, en el libro La Guerra Civil española). De hecho, Renn había dejado -literalmente- a su unidad combatiendo a las afueras de Brunete para asistir al congreso.
En un episodio bastante cómico que las circunstancias pintaron de dramatismo, el aristócrata, militar de carrera, ortodoxo comunista, hombre culto y homosexual que era Renn se disponía a leer un discurso "lleno de brío", según precisa él mismo, cuando le dijeron que tenía que dirigirse a la asamblea en español, para lo que le deslizaron su texto traducido. La letra era tan indescifrable que el brigadista se trabó en un par de ocasiones antes de advertir que seguiría su alocución en alemán.
"Nosotros, escritores que luchamos en el frente, hemos dejado la pluma porque no queremos escribir historias, sino hacer historia. ¿Quién de los que se hallan en esta sala desea tomar mi pluma y ser el hermano de mis pensamientos durante el tiempo que empuñe un fusil? -arengó Renn-. [Esta guerra] hay que ganarla. ¡Por eso les pido que luchen por sus ideas! ¡Que luchen con la pluma y con la palabra, como le corresponda a cada quien! ¡Pero luchen!".
Además del imperativo de ganar la guerra para reencauzar el destino de Europa, el congreso manejó propuestas concretas de ayudar a la República y condenó sin ambages la política de no-intervención practicada por las democracias burguesas occidentales.
Muy lejos estaba "de las torres de marfil y de las musarañas poéticas", señala Aznar, aquel centenar de escritores entre los que aquí sólo cabe enumerar a los muy renombrados Miguel Hernández, Antonio Machado, Sender y Bergamín; Neruda, Carpentier, Paz o Vallejo entre los venidos de América; los alemanes Heinrich Mann, Brecht, Renn y Anna Seghers; y los franceses Aragon, Tzara y Malraux, que un año después comenzaría a rodar en Cataluña Sierra de Teruel con Max Aub como ayudante de dirección. El guión de esta película estaba basado en la novela del propio Malraux La esperanza, uno de cuyos personajes, Manuel García, se inspira en un misterioso personaje que también asistió al congreso del 37: el compositor, militar, espía y escritor Gustavo Durán, una suerte de Renn a la española que, como éste, combatió con la XI Brigada Internacional al tiempo que empuñaba la palabra como arma contra el fascismo.