Volver al escritor
josé carlos rovira 02.04.2019 | 22:21/InformaciónManucristo de la segudna parte de la feliciada |
Fui amigo de Gil-Albert durante sus últimos quince años. Hablaría de esa amistad, si no prefiriera dedicar este espacio a hablar del escritor y el significado del congreso que empieza hoy [3 de abril] en Alicante y termina el sábado 6 de abril en Alcoy, organizado por la Universidad de Alicante, a través del Centro Benedetti, y el Instituto de estudios que se llama con su nombre, con la colaboración además del Ayuntamiento de Alcoy [y la Diputación de Aliucante].
Han pasado veinticinco años de su fallecimiento. En cualquier escritor reconocido, al terminar su vida, se abre un período de vacilación de miradas sobre su actualidad y vigencia que, en el caso de Gil-Albert, al que considero intemporal, parece que esa incertidumbre ha arrinconado algo los grandes reconocimientos que vivió en los años setenta y ochenta. Por eso, la Universidad, el Instituto Gil-Albert y el Ayuntamiento de Alcoy han hecho muy bien recordando los veinticinco años transcurridos y planteándose la vigencia del mismo tras este tiempo.
Y hay más de cuarenta intervenciones que, a fin de cuentas, lo que se plantean es una nueva lectura de un escritor que tiene múltiples registros y muchas páginas sobre las que volver. Confío siempre, junto a la inteligencia de los que hicieron las primeras aportaciones criticas, más en la capacidad de la juventud para replantear lecturas y motivos. Interesándome todas las intervenciones de tantos colegas, amigos y amigas de hace años, me interesan más siempre las personas jóvenes que realizan nuevas propuestas, las que han realizado en los últimos tiempos nuevas lecturas y van a intervenir estos días en este Congreso.
La vida del escritor recorrió muchos lugares y tiempos. Una enumeración rápida nos hablaría de su infancia en Alcoy, su juventud en Valencia, sus encuentros esenciales en Madrid, el tiempo de la Guerra Civil y su compromiso con la España republicana que asumió con libros y dos actividades importantes: la secretaria de la mítica revista Hora de España y la secretaría del II Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultura, es decir el congreso de intelectuales antifascistas en la Valencia de 1937; el campo de concentración en Francia tras la derrota; el exilio en México y su viaje a Argentina; el regreso en 1947 a un silencioso exilio interior en el que siguió escribiendo; los viajes europeos, los reconocimientos de los años setenta, etc. Y libros, autoeditados a veces, como frutos duraderos, como persistente relato memorial y creación poética.
En la recuperación de los años 70, cuando editoriales como Ocnos y Seix Barral asumen la publicación de la antología poética Fuentes de la Constancia o de la amplia narración Crónica general, hay personas que tienen que ver con el rescate público del autor silenciado. Considero a Jaime Gil de Biedma y a Francisco Brines, presidente de este Congreso, los principales; también a dos novísimos como Siles y Carnero (que fue su padrino cuando el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Alicante en 1985) importantes para el rescate; igualmente a Joaquín Marco y Luis Antonio de Villena.
Hay alguien, menos citado, que pienso que tuvo un papel muy trascendente. En 1968 y en edición del propio autor apareció en Valencia La trama inextricable. Las breves palabras del prologuista, Jorge Guillén, adquieren hoy una serie de valores que considero sobresalientes. Don Jorge comenzó dándole a Juan una sugerencia que poco después este convirtió en título. Decía así: «Tan rico de sustancia como de forma, este volumen viene a ser un "breviarium vitae". Poesías, memorias, ensayos, anotaciones, componen un libro que, a tan diversos niveles, expresa una visión unitaria. El horizonte es, sin cesar, amplísimo: la vida con su inmediato encanto y su drama entre paisaje y cultura», decía don Jorge y recordemos que en 1979 apareció en Alcoy Breviarium vitae, esa recopilación en dos volúmenes escrita a lo largo de muchos años de «memorias, ensayos, anotaciones» que consideré realmente central en los días en que se publicaba. Pero don Jorge, en su recorrido, fijaba otras constantes: sus tránsitos culturales «de Franz Lehar a Gandhi, de Catulo a Einstein», entre lo delicioso y lo grave, y un estilo que evitaba «la pantalla artificiosa», para concluir con «Juan Gil-Albert, poeta de rara calidad».
Una anécdota de 1975, a finales de noviembre: una tarde en Florencia con don Jorge Guillén, doña Irene, su esposa, Gaetano Chiappini y Concha Collado. He contado esa tarde en la que don Jorge habló de muchas cosas y, entre ellas, cuando hablamos de Alicante, recordó a Gil-Albert que, en 1975, seguía siendo ese poeta «de rara calidad» sobre el que había escrito. Creo que fue la primera vez que oí el nombre del escritor.
En el apartado de recuerdos hay alguno que considero importante: en 1984 participé en la creación y en la gestión del Instituto de Estudios Juan Gil-Albert que se estaba poniendo en marcha entonces. Las visitas de Juan fueron imprescindibles, casi siempre acompañado de Arturo Zabala y Paulina (una farmacéutica valenciana de la que, lo siento, no encuentro el apellido). Recuerdo, en el primer número de la revista que creamos (y yo dirigía), Canelobre, que publicamos el manuscrito de un poema que se llamaba La fidelidad?la segunda parte del mismo es una despedida de su «tierra alicantina» en la que quiere quedar y dice así:
Quisiera tener tumba en la alta sierra / cubriéndome por techo el cielo azul. / Y allá abajo, en la arena, refrescante,/ el rumoroso mar. Unos olivos /en torno de mi piedra sin que impidan / al sol dejar sus besos sobre el nombre / de quien lo amó. Después, a ser posible,/ que un festón de violetas muy oscuras / abracen, cual guardianes, esa sombra / de un mortal ya dichoso.
Sirva este Congreso de guirnalda de violetas oscuras para acompañar su memoria.